EL ENSAYO UN PRODUCTO DE LA IGNORANCIA.
- Leonardo Avellaneda
- 15 mar 2016
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Fuente: restrepo, Juan Diego, 2008, "El ensayo, un producto de la ignorancia" revista folios, (9). Recuperado el 15 de octubre de 2008, en: (htpp://folios.udea.edu.co/juanrestrepo.html)
Por medio de este documento podemos caer en la cuenta de los conceptos que definen el género Ensayo desde sus orígenes en el marco de una propuesta que relaciona ignorancia, entendida como principio de conocimiento en la afirmación “solo sé que nada se” afirmando la posición de ya saber o tener idea de conocimiento.
Nada más notable que la ignorancia para escribir ensayos; es quizás la razón más provocadora para la creación de dichos escritos o en las palabras de Miguel Martínez “a veces imagino dar cuerpo a un cuerpo a un asunto baladí e insignificante, buscando en qué apoyarlo y consolidarlo” este ensayista afirma que el juicio es un instrumento necesario en el examen de toda clase de asuntos, por eso toda ocasión valerse de las cosas que parecen desconocidas.
El ensayo es un producto de la ignorancia. Que piensa y escribe consiente de la incertidumbre que lo rodea de dudas que asaltan, de que no se sabe, es pues un ensayista. Lo opuesto sería un tratadista.
El concepto de la subjetividad como punto de partida ensayista, en sayos que carecen de amor intelectual carecen por completo de valor informativo; no son tampoco epítome, llevarlo por el camino más corto a la plenitud de su significado.
Una disputa inicial, el ensayo moderno, pues, ata de 1580, fecha en que apareció la primera edición de los Essais. Siglo XVI, en 1597, se comenzarían a publicarse los primeros ensayos de Francisco Bacon en definitiva se puede decir que el ensayo es inseparable del ensayista.
Así, desde sus comienzos, Montaigne y Bacon representa dos opuestas posibilidades de ensayo, que profetizan el futuro individualista del género.
Se considera a Montaigne y, en cierto modo, a Bacon creadores del ensayo moderno, no impide, sin embargo, el poder rastrear los orígenes del estilo ensayístico de la época clásica.
La palabra ensayo, si bien aceptada en el siglo XIX para designar una composición literaria, es considerada despectivamente en ciertos sectores de la crítica hasta bien tratado en el siglo XX
No obstante es evidente que la palabra ensayo o ensaye siempre quiso decir prueba, examen, inspección, reconocimiento, cuyo fin es más bien el de explorar un tema limitado que el de investigar a fondo los diferentes aspectos del mismo., sin embargo se discurre a la ligera o a fondo, pues no son la inconsistencia la brevedad condiciones esenciales suyas, sobre un tema de cualquier naturaleza que sea, el ensayo es la didáctica hecha literatura, es un género que le pone alas a la didáctica y que reemplaza la sistematización científica por una ordenación estética, el ensayo está en la frontera de dos reinos: el de la didáctica y el de la poesía, y hace excursiones del uno del otro. Cabe acá resalar un aspecto importante del documento al afirmar que los autores se comunican en su creación artística, se comunican con el mundo en extrañas y peculiares formas.
Un poco de fragmentación.
Lo que se denomina “prueba” o “intento” implícito en el término ensayo y el hecho de que no se pretenda agotar el tema tratado, dé pie para considerarlo, despectivamente, como fragmento comienzo inexperto y vacilante. El tema es inagotable, lo “fragmentario” no está en lo tratado en su valor intrínseco sino en su conexión íntima con el autor.
Es decir el ensayo cae decididamente fuera del ámbito semántico de la palabra, el tema es inagotable y como tal conviene cortarlo, la brevedad del ensayo y el no pretender decirlo todo sobre el tema tratado no significan, por tanto, que el ensayista distancie lo considerado para poder así abárcalo en una visión generalizadora, todo lo contrario la totalidad no importa.
Es evidente que el propósito del ensayista el internarse en la aventura de escribir un ensay no es el de confeccionar un tratado ni el de entregarnos una obra de referencia útil pos su carácter exhaustivo, esa es la labor del investigado; pero una vez abierta la brecha y teniendo el especialista el establecer la legitimidad d lo propuesto, se llega a desarrollar el tema- de ahí su carácter dialógico- se trata de una semilla que pregona su potencialidad en el lector.
Cabe resaltar que el ensayo posee en si unidad, el ensayista, aun en los casos en los que explícitamente indica su deseo de continuar con el tema tratado, no se siente obligado a ello es más raramente lo hace. En realidad, elaborar una idea y llevarla a sus últimas consecuencias requiere un proceso de sistematización que raramente está dispuesto a seguir el ensayista. Escribe según piensa, y su producción la considera tan unida a su mismo ser que no cree necesario, o quizás sea posible, el volver la vista atrás para modificar el escrito.
Cabe recordar que la condición subjetiva; y en este subjetivismo el que paradójicamente causa la ambigüedad y la dificultad en las definiciones. “lo subjetivo, lo personal, es lo más difícil de reducir a unidad, a definición, a contorno” es, en efecto, lo subjetivo al mismo tiempo la esencia y la problemática del ensayo, pues bien es cierto que el ensayista expresa lo que siente y cómo lo siente, no por eso deja de ser consciente de su función peculiar de escritor en su doble aspecto de artista de la expresión y de trasmisor e interlocutor de ideas, aunque el ensayo no pretende convencer, todo buen conversador desea lograrlo; el ensayista escribe porque experimenta la necesidad de comunicar algo. Por la sencilla razón de que al comunicar lo hace más suyo.
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